La noche del domingo 18 de mayo de 2025, la Fiscalía General de la República (FGR) de El Salvador anunció la detención de Ruth Eleonora López Alfaro, abogada y directora del área jurídica de la organización de derechos humanos Cristosal. La FGR la acusa de presuntamente colaborar en la sustracción de fondos estatales durante la gestión de Eugenio Chicas como secretario de Comunicaciones de la Presidencia de la República.
Según la Fiscalía, López fue «asesora de confianza» y «mano derecha» de Chicas, quien fue capturado en febrero pasado y permanece bajo detención provisional acusado de enriquecimiento ilícito. La FGR indicó que a Chicas se le notificará de este nuevo cargo.
Cristosal, organización en la que López se desempeña, denunció la captura y recordó que la abogada ha elaborado numerosos informes sobre casos de corrupción del Gobierno de Nayib Bukele. La organización calificó la detención como parte de una «estrategia sistemática de criminalización contra quienes defienden los derechos humanos».

En diciembre de 2024, López fue incluida en la lista de las 100 mujeres más inspiradoras e influyentes del mundo publicada por la BBC, destacando su trabajo en la lucha contra la corrupción, el derecho electoral y la protección de los derechos humanos en El Salvador.
La detención de Ruth López se da en un contexto donde las señales de autoritarismo en El Salvador se han vuelto cada vez más visibles. Desde la llegada de Nayib Bukele al poder, el debilitamiento sistemático de los contrapesos democráticos ha sido una constante: la destitución de magistrados de la Sala de lo Constitucional, el control absoluto del Congreso y el uso de la Fiscalía como brazo político son apenas algunos de los síntomas.
Organizaciones nacionales e internacionales han advertido sobre una preocupante concentración del poder, donde la disidencia —ya sea desde la prensa, la sociedad civil o el ámbito judicial— es frecuentemente criminalizada. En este clima, la detención de una defensora de derechos humanos como Ruth López no solo parece un castigo ejemplar, sino un mensaje claro: cuestionar al poder puede costar la libertad.


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