La reciente ofensiva contra figuras clave del sandinismo histórico, como Bayardo Arce y Lenin Cerna, marca un punto de inflexión en la dinámica interna del régimen Ortega-Murillo. Hasta hace poco, estos personajes ocupaban posiciones privilegiadas o al menos intocables dentro del sistema de poder de la dictadura nicaragüense. Hoy, son blanco directo de persecución.
Este giro autoritario sugiere que la purga interna está lejos de haber terminado. Aquí se analizan los posibles próximos pasos del régimen:
1. Desmantelamiento completo del viejo sandinismo
Ortega y Murillo parecen haber optado por eliminar cualquier figura que, aunque leal en el pasado, conserve autonomía, peso histórico o capacidad de influencia dentro del FSLN. Esto incluye a exguerrilleros, militares retirados, exministros o asesores que aún podrían movilizar redes internas o ejercer presión política en una futura transición del poder entre la familia dictatorial.
En este escenario político, todo ser pensante es una amenaza para Rosario Murillo, la mente maquiavélica que codirige Nicaragua.
Posibles blancos a futuro:
- Excomandantes guerrilleros que aún se mantienen en Nicaragua.
- Exdiputados o exfuncionarios históricos que no se han alineado plenamente con el culto a la pareja presidencial.
- Figuras con vínculos en el exterior o con doble nacionalidad, vistas como potenciales traidores o “puertas de fuga”.
2. Consolidación de un “nuevo sandinismo” leal solo a Murillo
La purga permite construir una nueva cúpula del FSLN basada no en méritos históricos, sino en lealtad absoluta. Rosario Murillo, en particular, parece estar consolidando un aparato ideológico y represivo a su imagen, donde incluso los viejos aliados de Ortega no tienen lugar.
Implicaciones:
- La estructura del partido se convierte en un instrumento personalista y vertical.
- Se refuerza el control generacional: desplazamiento de cuadros viejos por figuras más jóvenes y leales, muchas veces sin historia política propia.
- Se afianza un liderazgo cada vez más centrado en Murillo, que busca asegurarse poder a largo plazo, incluso más allá de Ortega.
3. Intensificación del aparato represivo y legalista
El uso de instituciones como la Procuraduría General de la República, la Policía y el sistema judicial muestra un patrón de «legalización de la represión». Se formulan cargos por corrupción, lavado de dinero o «transacciones irregulares», lo que permite al régimen justificar la purga ante sectores aún fieles o pasivos.
Lo que puede venir:
- Más detenciones selectivas con respaldo de operaciones especiales.
- Confiscación de propiedades, como medida de castigo y despojo.
- Sanciones laborales y económicas contra familiares y círculos cercanos de los perseguidos.
4. Exilio forzado o silenciamiento de disidencias internas
El caso de Cerna sugiere que algunos optarán por huir y esconderse, mientras otros podrían intentar negociar su salida del país. El régimen podría permitir salidas «negociadas» a cambio de silencio total, como ha ocurrido con otros casos recientes.
Riesgo para el régimen:
- Que alguna de estas figuras históricas hable desde el exilio con autoridad moral.
- Que se articulen redes de exiliados del sandinismo que cuestionen el liderazgo actual desde una narrativa revolucionaria.
El régimen apuesta por el control total
La estrategia de Ortega y Murillo responde a una lógica de supervivencia del poder. La amenaza ya no está solo en la oposición, sino también dentro del sandinismo. La purga no solo busca eliminar rivales, sino reescribir la historia del FSLN y convertirlo en una herramienta al servicio exclusivo del núcleo Ortega-Murillo.
Este movimiento encierra un alto riesgo: a mayor represión interna, mayor fragmentación potencial del frente que los sostiene. Sin embargo, mientras el aparato represivo se mantenga cohesionado y la cúpula militar no se fracture, el régimen podría seguir avanzando en su proceso de «autocanibalismo político».


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